sábado, 6 de diciembre de 2008

Sobre el triunfo de Obama

José Bustos B.

“Encontrad lo que las personas
Están dispuestas a soportar
Y habréis encontrado
El límite exacto de toda injusticia.

Más allá, la justicia no prosigue sino
Suscitando gritos o gestos de rebelión
O unos y otros.

Los tiranos no conocen otro limite a sus
Exacciones que la paciencia de aquellos
A quienes oprimen.”

(Frederick Douglas)

El triunfo de Obama en las elecciones presidenciales es en primer lugar un golpe a mano abierta contra el rostro de George Bush. Un “no” rotundo a la práctica política de atacar y luego preguntar. Un “no” a las políticas económicas que tienen al país más poderoso del mundo al borde del abismo y una contundente negativa para un gobierno ambicioso que ha roto todos los principios del derecho internacional imponiendo el terror.

Hoy, todas las expectativas están puestas en un abogado afroamericano de 47 años. Mientras que en todo el mundo los deseos de cambio y esperanza se multiplican con parafernalias artísticas y premoniciones acerca del advenimiento de una nueva era.

Es cierto que resulta inesperada la asunción de un negro al sillón presidencial de la Casa Blanca y eso puede explicar la euforia con la que se ha asumido en el mundo el triunfo de Obama. Pero por otra parte –a mi modo de ver- debe tomarse con cautela y analizar con mayor detención los factores por los cuales Obama obtuvo este contundente triunfo.

El creciente deterioro de la popularidad de G. W. Bush debido a sus políticas económicas e internacionales antes mencionadas, sumadas a la débil campaña del veterano de guerra John McCain, carente de todo carisma y encanto para los decepcionados electores sedientos de juventud y renovación, hicieron posible algo que en contextos eleccionarios anteriores había resultado imposible; la llegada al poder del primer ciudadano norteamericano de color.

En este contexto es aconsejable dejarse de ilusiones hipermediáticas, el triunfo de Obama no garantiza en absoluto las reivindicaciones sociales de millones de norteamericanos que viven carentes de beneficios básicos, traducidos en falta de asistencia digna en salud y educación. Además, ninguna elección sometida a las leyes del marketing y la televisión puede asegurar que la población afroamericana dejará de sufrir la discriminación cotidiana en todos los ámbitos de la sociedad estadounidense. Los ciudadanos de color saben por su historia de esclavitud que la dignidad en el “país de las oportunidades” no se obtiene por decreto o por las buenas intenciones del presidente de turno.

La lucha del pueblo negro a sido una tarea ardua de años de sacrificio y sangre, así lo testimonió el esclavo Frederick Douglas (1817-1895) en su libro “La vida y la época de Frederick Douglas” en el que presenta su proceso personal de toma de conciencia por la conquista de su propia liberación (1838), a partir de ahí emprende una campaña antiesclavista que dará sus frutos con la abolición de la esclavitud en 1865. De esta forma los seres humanos traídos desde África debieron aprender primero de los estragos de la esclavitud para iniciar un proceso hacia la libertad en una sociedad que invocaba a Dios para fundamentar la opresión.

Sin embargo, aunque el decreto de abolición de la esclavitud garantizó en parte la libertad para los negros, la sociedad norteamericana dio paso a un nuevo período de discriminación y persecución racista. Fueron decenios los que debieron transcurrir antes que el pueblo negro intentara realmente levantar la cabeza ante el “amo blanco”.

Una de las tareas más dignas fue la que decidió emprender Angela Yvonne Davis (Birmingham, Alabama, 1944) en su lucha contra el capitalismo y la explotación negra, esfuerzos que le costaron años de persecución y presidio en el estado de California (1970) gobernado en aquellos años por el actor holliwoodense Ronald Reagan.

Pocos años antes la intolerancia le costó la vida al pastor baptista Martin Luther King (Atlanta, 1929 – Memphis, 1968), quien exhortaba a la sociedad norteamericana para que se hiciera real el anhelo de los “padres fundadores” de construir un país que garantizara igualdad de oportunidades a todos sus hijos. Aquel profeta no fue escuchado y su muerte fue cubierta por una nebulosa de misterio que hasta hoy no ha sido resuelta del todo.

La lucha más radical en aquellos tiempos vino liderada por Malcolm X (Malcolm Little) (Omaha, 1925) y el Partido Panteras Negras quienes hastiados de las desigualdades decidieron utilizar la vía armada para conquistar sus reivindicaciones. Malcolm X murió asesinado (Nueva York, 1965) y los Panteras Negras fueron desarticulados para siempre.

Estos testimonios vienen a decirnos que ninguna lucha social es fácil y eso claramente lo saben los afroamericanos quienes, secundados por la variopinta sociedad americana, decidieron concurrir masivamente a votar en las últimas elecciones de los EEUU. Sin embargo, -lo digo modestamente- ningún triunfo en un acto eleccionario logrará satisfacer las necesidades urgentes de la población más empobrecida, si esta población permanece inactiva y sin organización civil que canalice sus justas aspiraciones.

El desafío es no dejarse llevar por el triunfalismo y la complacencia burguesa y disponerse activamente a luchar por esos derechos fundamentales. No seremos pocos quienes desde los más apartados rincones de la tierra decidamos apoyar esa lucha con modestos pero fructíferos esfuerzos.

No hay comentarios: