viernes, 11 de noviembre de 2011

Al amigo Leonardo Ahumada Arias (1969 - 2011)

Por: José Bustos B.


“Amigo –con la tarde haz que se vaya
ese inútil y viejo deseo de vencer.

Bebe de mi cántaro si tienes sed.

Amigo –con la tarde haz que se vaya
este deseo mío de que todo rosal
me pertenezca.

Amigo,
Si tienes hambre come de mi pan.”

(Pablo Neruda, “Los Crepúsculos de Maruri”)


No quiero arrogarme en este escrito el haber sido amigo de Leonardo, más bien me considero un posible testigo, un testigo fragmentario de su vida, de algunos aspectos de su vida, impresiones que me dejaron los momentos en que pude compartir con él.

Elegí como acápite de este breve texto un poema del joven Neruda de su época de estudiante y militante bohemio. Es precisamente en esa etapa de juventud que toda mujer y todo hombre generalmente establece sus vínculos de amistad. La amistad en sus más diversos colores; la amistad que se establece pasajeramente y motivada por el festejo del momento; la amistad que se funde con la compincharía, y la amistad (tal vez la más sublime) que es antesala de un compromiso de por vida.

Leonardo fue amigo de sus amigos y de todos aquellos que lo conocieron, porque lo que hacía siempre alcanzaba para todos; era amigo silencioso, preocupado de detalles y artífice de momentos de fraternidad. El, cada vez que pudo siempre dio a beber de su cántaro a quien tuviera sed y compartió su pan con quién tuviera hambre.

¿Cuántas veces lo vi sirviendo a los demás en labores cotidianas y por muchos despreciadas? ¿Cuántas veces fue capaz de sacar de sus propios recursos para ayudar a otros? No podría saber la cantidad de oportunidades en que el Leo se acercó sonriente tendiendo una mano desinteresada.

El Leo a quién dedico este poema de Neruda, sabía dar generosamente todo lo que podía, sabía ser el primero que decía “presente” cuando había que ser solidario, y en la humildad de su servicio se desvelaba para ayudar a otros sin recibir un “gracias”.

Que en este atardecer prematuro de la vida de Leonardo, él se lleve “ese inútil y viejo deseo de vencer” que todos tenemos y nos deje algo de su espíritu de servicio. Que se lleve ese “deseo mío de que todo rosal me pertenezca” y me deje algo de su generosidad que primeramente se reflejaba en su sonrisa.

Leonardo Ahumada nos deja un legado de amistad; de ese simple y difícil de arte de vivir entregando el corazón a los demás.

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Parábola del Buen Encapuchado





José Bustos B.



El domingo es día de familia y mi sobrino Martín, que tiene cinco años, casi siempre viene de visita a la casa. Me entretengo con él paseando por la plaza del barrio, jugando a la “plancha” (como en los legendarios “Titanes del Ring”) y haciendo esfuerzos por responder algunas de sus insólitas preguntas.

– ¿Tío Pepe cómo se sabe cuando alguien es amigo de uno?- fue la última encrucijada que me echó.

Recordando mi afinidad por la literatura y tratando de responder a la duda de mi perspicaz sobrino, le propuse la siguiente parábola:

“Un oficial del Ejército de Chile, el día en que en el centro de Santiago se había convocado a una gran marcha por la educación, salía de su lugar de trabajo y se dispuso a caminar por la Alameda.

En eso una turba que avanzaba por esa avenida lo identificó y comenzó a insultarlo. Eran “encapuchados” enrabiados que se aproximaban a él amenazantes, mientras le gritaban –“¡Asesino! ¡Asesino!”- El oficial se defendía gritando – ¡“¡yo no he matado a nadie!”!- mientras hacía esfuerzo por avanzar.

La situación comenzaba a ponerse “color de hormiga” para el militar que encaraba estoico las agresiones verbales de los “inútiles subversivos”. Luego, la turba comenzó a rodearlo mientras el oficial trataba de recordar las clases de defensa personal que en sus años mozos había tenido en la Escuela Militar.

- ¡Tío Pepe esos encapuchados son malos!- Me decía mi sobrino interrumpiendo mi relato –pérate poh Martincito, aquí viene la mejor parte- y continué con la cháchara.

En eso el uniformado asustado sólo esperaba un milagro y se encomendaba en silencio a la Virgen del Carmen.

Sólo se escuchaban gritos cuando de entre el grupo de manifestantes corriendo apareció uno de los encapuchados que amenazaba e increpaba a sus “colegas”. El buen encapuchado tomó de un brazo al oficial y lo condujo para alejarlo del lugar, al tiempo que miraba en todas direcciones para evitar que le lanzaran algún peñascazo.

De esta manera el encapuchado “respetuoso de las instituciones” ponía a resguardo al oficial y se despedía de él para continuar con la barricada.

– Cuídese mi coronel- le dijo, mientras al militar le volvía el alma al cuerpo.

¿Tío Pepe entonces ese encapuchado era amigo del militar? Me dijo altiro el Martín. Yo le sonreí y lo miré sorprendido – Tú lo has dicho “pequeño saltamontes”. En este país existen amigos y amigos, y también existen encapuchados y encapuchados-.

Lo último que dije parece que el Martín no lo entendió mucho (ni yo tampoco), pero generosamente me sonrío y me hizo una invitación – Tío juguemos mejor a los “Robochhhht” (Robots)-

martes, 9 de agosto de 2011

Hace casi ocho siglos ...



Dedicado a la Familia de Domingo de Guzmán.

José Bustos B.

De las entrañas de Domingo de Guzmán, hace casi ocho siglos, brotó un caudaloso río blanquinegro que en parte por capricho del tiempo y la geografía derivó en múltiples caminos.


Por esos derroteros se aventuraron navegantes, “pescadores de hombres” y aprendices de Caronte de la más heterogénea prosapia.


Cada hijo de su tiempo fue poblando la Orden de santos, literatos y rebeldes. Amantes del Evangelio, el vino y la misma Estrella; Stella Maris.


La gran travesía se fue haciendo de cara al Sol, aunque hubo tiempos de tiniebla y ardientes sentencias.


Mujeres y hombres esperaron en cada puerto la caravana de naos alimentada por un Viento Misterioso.


Para nuevas tierras, nuevas palabras y el brazo compasivo de un hombre para detener el látigo.


Siempre habrá días de letargo y combate. Días en que el blanco paño arderá de rojo por la sangre, y la Esperanza pasará de boca en boca como único pan cotidiano.


Casi ocho siglos han pasado y no existe tiempo ni confín cuando se explora el Misterio.


Habrá siempre otros mares y seguirá brotando de la promesa de Domingo el blanquinegro río que llama siempre por nuevos aventureros.

domingo, 1 de mayo de 2011

Poema para la Ausente

José Bustos B.



Es verdad que te llamé


una noche


cuando le hablé de frente


a la cara oscura de la luna.




Es cierto que me bebí entera


la desolación de tus labios


y me inundé con un sorbo


de tu misterio insondable.




De tí no existe vino


que pueda saberme amargo


ni el brebaje de tu ausencia


ni el mustio licor de tu silencio.

jueves, 31 de marzo de 2011

Recuerdos del Expreso a Puerto Montt



José Bustos Barra


Era verano y los vagones estaban repletos de humanos felices que se hacían espacio entre los asientos, los pasillos, hasta en las escaleras de los carros. En la década de los 80's el servicio de Ferrocarriles del Estado daba sus últimos esterores, y en sus moles de fierro se vislumbraban atisbos de un pasado de gloria en el transporte terrestre. Esos todavía eran los años de recias y humeantes locomotoras que a la fuerza de sus calderas arrastraban decenas de vagones. Yo mismo fui testigo del cambio de una locomotora electrica por una a vapor en la estación de San Rosendo. En el recuerdo aun me impresiona la fuerza de aquellas máquinas, mezcla de humo y vapor, y el ruido de sus ruedas de fierro impacientes por aventurarse una y otra vez en los derroteros misteriosos del Sur de Chile.


Era la aventura casi sin alternativa para las familias obreras de aquellos años, y las proles numerosas lo asumíamos sin manifestar descontento, por el contrario, la felicidad de una jornada de varias horas de viaje no cabía en la gran cantidad de bolsos, mochilas y cajas que eran acomodadas en cualquier espacio en que cupieran.


El ambiente al interior de los carros de tercera clase era de lo más variado que podía encontrarse. Apilados y acomodados por todas partes los pasajeros se las arreglaban para hacer del viaje la mejor experiencia. Se mataba las horas jugando a los naipes, leyendo historietas, bebiendo disimuladamente un "copete" o cantando a voz en cuello los existos del rock latino de aquellos años.

Otra entretención la entregaban la gran cantidad de personajes que pululaban de estación en estación; vendedores-cantantes, cantantes-vendedores, improvisados músicos de rancheras provistos de un tarrito para recoger la propinas, doloridos mendicantes mutilados, repartidores de "malta, bilz, y pilsen" que afanaban haciendo acrobacias para esquivar a la concurrencia de ese "tour" familiar.

En los viajes en tren de aquellos años no había tiempo ni ánimo para dormir, todo era estar soñando despierto, como sacado de alguna película repleta de contenidos fantásticos, algún sueño siempre nuevo del que había que aprovechar de ser testigo.


Por la mañana, la luz penetraba de golpe por las ventanas y el aire dejaba de ser asfixiante para nuestros pulmones capitalinos. Los prados verdes, los bosques, los ríos refrescantes, todo se volvía repentinamente nuevo. El Sur entraba entero por las ventanas, y sus pueblos y ciudades de apacible fisonomía despertaban al paso del tren dando señales de humo de sus cocinas a leña.


La aventura ferroviaria con aroma proletario era vivida con intensidad inevitable. El Expreso a Puerto Montt fue el artifice de los mejores recuerdos que guardo de mi infancia, una bella aventura que aunque precaria dejó una huella indeleble en el niño que fui.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Encapuchado

José Bustos B.

"Reconocí a bastante gente.

Muchos de ellos murieron

y soy responsable de la muerte de ellos,

por el solo hecho de haberlos reconocido

y haberlos acusado de ser mis antiguos compañeros"

(Declaración en la Vicaría de la Solidaridad
de Juan Muñoz Alarcón,"El Encapuchado del Estadio",
encontrado muerto el 23 de octubre de 1977)



-Ahora vai a terminar huevoncito. Se te cayó el caset y parece que estai muy amigo de los curas, ah?-

-Parece que este traidor está con cargo de conciencia y se puso a gritar sin que le apretaran el cogote-


Era octubre y una brisa suave arremolinaba la silueta de los árboles.

Seguramente se había desmayado sin percatarse de todo el procedimiento que vino después de la sesión de tortura.

Se encontraba tirado con las manos atadas, sin sentir el cuerpo, con la cara caliente e hinchada. Así, escuchaba la voz de aquellos que conocía bien. Lo entrenaron en el "arte" de hacer hablar a los detenidos, y hasta lo cuidaron en su momento como una mascota, alimentándole y brindándole seguridad.

Ahora literalmente estaba "mordiendo el polvo" por no haber podido contener el paso de los años y los recuerdos. Ahora la avalancha de rostros que había delatado en el Estadio lo apuntaba a él con el dedo.

-Anda despidiéndote sin chistar- le dijo el sujeto mientras nuevamente le ponía la capucha.

Otros colaboraron con una lluvia de cuchilladas y la sangre le comenzó a brotar como sudor del cuerpo.

Luego vino el tiro de gracia, el sonido de unas pisadas alejándose, y el eléctrico canto de los grillos.

sábado, 14 de agosto de 2010

Oda a la Piscola


José Bustos B.

Oh..brebaje secular...
acuñado por el azar de siglos de inventiva criolla
Eres mestizaje perfecto
entre el imperialismo yanqui
y la sabiduría milenaria de los Andes

Acompañas los jolgorios populares
y te subes a la cabeza como un relámpago
recordándonos a martillazos
lo letal que son los excesos.