martes, 30 de septiembre de 2008

Ser cristiano y hacerse el huevón



José Bustos B.


Ser cristiano no es como alguien pudiera pensar una cosa fácil. Sobre todo cuando se tiene como aspiración encarnar los valores que implica llevar el nombre de discípulo de Jesús de Nazaret. Seguir a ese hombre reconocido y celebrado desde los primeros siglos como Hijo de Dios, es entrar en una dinámica de encuentro personal con las personas con las que compartimos en nuestro camino, especialmente con los menos favorecidos. A esas personas Jesús las llamó el "prójimo".

Jesús llevó a cabo una vida de predicador itinerante y con sus palabras produjo admiración y escándalo entre sus interlocutores; llamando bienaventurados a los pobres y malditos a los ricos y a los fariseos, sanando enfermos y resucitando difuntos. Todos estos aspectos nos hablan de un Jesús que no tenía miedo de decir lo pensaba con tal de ser fiel a la misión que él consideraba le había sido encomendada; anunciar la llegada del "Reino de Dios".

Estos aspectos, resumidos toscamente, nos hablan de un Jesús que no hace divisiones entre la vida "terrena" y la "espiritual". Para él la vida en el "más allá" se juega también en el "más acá", de ahí que no sea raro encontrarse con un Jesús que denuncié situaciones de injusticia, que actúe con misericordia con los considerados paganos, que se relacione con prostitutas, soldados romanos, recaudadores de impuesto, leprosos, etc. Nunca fue un "superhombre" situado "más allá del bien y el mal", más bien sus palabras contenían un mensaje que pregonaba la justicia, la verdad y la misericordia, pero hundiendo sus pies en las miserias humanas para que estas fueran redimidas por la asistencia divina.

Según mi percepción, ser testigo de Jesús en el transcurso de la historia se ha realizado de diversas formas. Estimo que existen al menos cuatro maneras de vivir el cristianismo en la actualidad:

La primera es el cristiano mediático, que se sensibiliza con cuanta tragedia ve por televisión o por los diarios y que adhiere "en medida de lo posible" a cuanta campaña es lanzada por los medios de comunicación, derrama lágrimas y colabora solidariamente, pero en su vida jamás se atrevería a reunirse "en vivo y en directo" con un "pobre". Eso sí, participa muy oportunamente en sus correspondientes ritos (ya sea en la versión católica, evangélica u otra).

Otro tipo, es el cristiano que en la actualidad goza de mayor popularidad, es aquel que es capaz de salir de su casa y junto a otros asociarse a la institución más "eficiente" del minuto para colaborar haciendo "mediaguas", como voluntario para recolectar recursos, en hogares de ancianos y de niños abandonados, etc. Es un cristiano que podríamos denominar "asistencial" pero muy práctico (también cumple con sus ritos cuando se acuerda en medio de tanta actividad).

Otro, es el cristiano tal vez más cuestionado, porque se le considera "conflictivo", es el que en su momento se dejó interpelar por alguna ideología "foránea" y que anda buscando en las estructuras económicas y sociales las causas de la pobreza. No cree en las soluciones "de parche", ni en las propuestas que vengan de los organismos de poder como el Estado. De esos cristianos está lleno el "martirologio latinoamericano" (algunos cumplen con sus ritos o derechamente algunos son iconoclastas o de otra especie).

La cuarta manera de ser cristiano es la que denomino la de "hacerse el huevón". La escribo con "h" para conservar la elegancia. Es el cristiano que ha cumplido durante toda la vida con sus ritos de Iglesia, que moralmente -principalmente en la moral sexual- "en la medida de lo posible" intenta ser un buen cristiano. Pero le ocurre que al momento que en su fuero interno comienza a condolerse con la miseria ajena, empieza a operar el mecanismo de defensa interno que es el "hacerse el huevón"; en ese momento desvía la mirada, cambia de inmediato de canal de televisión o comienza a leer el diario desde la página final y así saltarse todo lo que tiene que ver con las tragedias nacionales y mundiales y relajarse conociendo las ultimas noticias de la farándula criolla. A este cristiano la fe le sirve para controlar el estrés de la pega, como amuleto de la suerte o para que le vaya bien en algún negocio, etc.

De los cuatro perfiles que he relatado, sobre el cristiano "sui generis", el más nefasto e incompatible es el último tipo ¿por qué?

Al inicio de este artículo me he referido a las características de la acción de Jesús en su paso por el mundo. Jesús no fue condenado a muerte por puro capricho de las autoridades políticas y religiosas de su tiempo. Murió precisamente porque resultaba un personaje molesto para los poderosos de su época. Fue condenado a muerte como consecuencia de una práctica coherente.

Es a ejemplo del mismo Jesús que los cristianos que pretendan seguir sus pasos deben asumir los mismos desafíos que el Maestro experimentó. En ese camino, pretender "hacerse el huevón" queda totalmente descartado.

Conocemos de cerca cristianos que supieron responder con altura a los desafíos de su tiempo: ¿Qué habría pasado con los miles de chilenos perseguidos durante la dictadura si el Cardenal Raúl Silva Henríquez se hubiese "hecho el huevón" y no funda la Vicaría de la Solidaridad? O ¿Si Don Clotario Blest en su lucha por la dignidad de los trabajadores no hubiese en su momento fundado la Central Unica de Trabajadores? O ¿Si San Alberto Hurtado hubiese cerrado los ojos ante la realidad de tantos niños, jóvenes y ancianos que vivían y morían en las calles?

Estos son algunos ejemplos de cristianos comprometidos con los desafíos sociales. Son desafíos del mundo y son también desafíos para Dios. Por eso que "hacerse el huevón" resulta tan incompatible con ser cristiano. ¿Qué tipo de cristiano eres tu?

No seas municipal



Durante el presente año tendremos elecciones municipales en nuestro país. En relación con este acontecimiento encontré este relato escrito por Joaquín Díaz Garcés. El libro en que aparece se titula "Nuevas páginas chilenas" y fue editado por Zig-Zag en 1947. Es un relato magistral, lleno de ironía y sarcasmo; muy entretenido, al menos en lo que a mí respecta. ¡Toda una apología a la labor edilicia!

Carta de un padre a su hijo

Mi querido Juan:

He recibido su carta y aún no vuelvo de la sorpresa que ella me ha producido. Me pides, como si nada me pidieras, la autorización para presentar en Rancagua tu candidatura a municipal, en el puesto vacante que dejó el señor Marín.

Créeme que he llorado de pena, al ver como se ha maleado tu buen criterio y relajado tu estricta conciencia. Pareces creer que el oficio de municipal es un oficio honesto, y que puede desempeñar un hombre digno con la frente levantada. Mira; este punto no lo discutiremos. Tengo para mí, que es más hermoso ser, en ésta tu ciudad natal, canastero o sacristán, que allá miembro del Municipio.

Te diré que en nuestra familia tenemos una mancha. Tu abuelo cometió un asesinato y estuvo diez años en la Penitenciaría. Alguien me dijo, cuando tú naciste, que el atavismo era una verdadera ley y que debía temer fundadamente que tú salieras con la herencia del homicidio. Inútil fue que yo te educara con los escrúpulos con que lo he hecho, buscando una defensa contra esa mancha hereditaria. ¿Pero qué he sacado? Ya lo ves; la manía homicida ha brotado por todos tus poros: quieres ser municipal; quieres tener, por consiguiente, en tus manos la vida de los habitantes de Rancagua, y dejarla abandonada a las contingencias de los conventillos ruinosos y de las cloacas abiertas.

Mira, Juan. Si quieres ser malo, sé falsificador de estampillas, profanador de tumbas y escalador de conventos; pero, por favor, por la memoria de tu madre, por mí, por ti, no seas municipal.

La familia está ya decaída, sin nombre, sin prestigio. ¿A qué seguir deshonrándola? Si fueras mujer, no te dejaría, por ningún motivo, ser conductora; no te extrañes, pues, que siendo hombre, te impida, con energía irresistible, ser municipal.

Si te da por los oficios humildes, tienes a tu vista la profesión de campanero. Subirte a una torre, repicar, doblar a muerto, ser un verdadero heraldo de las cosas tristes y de las nuevas alegres, dominar la ciudad entera, vivir a la altura en que vuelan los pájaros; en fin, ahí tienes tú un oficio pobre, sencillo, modesto, pero que no nos humillaría. Tiene, es cierto, la profesión de campanero, el inconveniente que no se puede repicar y andar en la procesión; pero ¡qué quieres! nada hay sin dificultades. En cambio, seguirás estando siempre en materia de fondos "a tres dobles y un repique". También podrías ser policial del punto, guardián del orden público, firme sostén de la tranquilidad de las calles. Es verdad que es un oficio frío y sumamente propenso a catarros; pero también es honroso poderse llamar a sí mismo: colaborador de la paz social. Podrías en este terreno de los oficios humildes, ser palanquero de ferrocarril, arreador de pavos, vendedor de sustancia de aves o faltes.

Si te da por los oficios honoríficos, puedes fundar una sociedad cualquiera y hacerte presidente de ella. Sería excelente idea una liga permanente en pro de los damnificados de Guayaquil, para pasarles una pensión mensual a las viudas ecuatorianas o una dote a las jóvenes solteras de buena cara, que están dudosas entre casarse o abrazar el estado religioso.

Si te da por los oficios audaces, puedes hacerte diputado, inventor, andarín … o tenor de Sotorra. Si eres lo último, aborda el O paradiso sin temor alguno, que lo más que puede pasar es que el público se tape los oídos.

En fin, busca, elige, adopta cualquier oficio, menos el de municipal. Sé bailarina, si quieres; pero no seas edil.

No es menester que para hacer fortuna explotes un sillón municipal; puedes explotar una viuda rica, con más éxito y menos deshonra.

No sabes cuánto me ha afligido la idea de que tú quieres ocupar el puesto vacante que hay en el municipio de Rancagua. Este es un mal de familia: tu hermanita quiso ser a todo trance cantinera del Buin; tu hermano mayor quería ser tesorero fiscal; y tu tío Ramón, taquero, o, mejor dicho, limpiador de acequias. No sigas tú ese camino errado y pernicioso, Juan mío; y, si algún mal consejero te sopla tales picardías, y tu espíritu desfallece, y vas a las urnas, y los ciudadanos te eligen; entonces, o dejas de llamarte como te llamas, o te olvidas de este viejo que te dio el ser, sin sospechar que te iba a dar el ser municipal.

Vente a Linares, donde se respira buen aire, se bebe leche pura y no hay microbios. Esa ciudad de Rancagua es un charco donde no se puede vivir.

Te guardaré secreto de lo que has querido hacer, para que las gentes honradas de aquí no comiencen a mirarte en menos.

Debo, sí, advertirte que no publiques esta carta, porque, como me he expresado algo mal de ese municipio, es capaz de tomar alguna medida en contra mía, como hacerme pagar patente de vehículo con cuatro caballos, por salir a la calle. - Tu afectísimo padre.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Brasil - La despolitización de la política

Frei Betto


Una campaña electoral se gana con la televisión. En toda elección los partidos contratan equipos para cuidar la imagen de sus candidatos. Generalmente el equipo está dirigido por un publicista que no pertenece al partido, ni simpatiza con el partido, ni vota por el partido. Pero que tiene fama de competente.

Ahora bien, competencia rima con conciencia. Cualquier manual de mercadeo, de esos que enseñan a vender polución atmosférica para ecologistas, aconseja al vendedor estar convencido de la calidad de su mercancía. Por eso, en muchas campañas el programa de televisión fracasa. Entonces se cambia de publicitas, de equipo y de estilo. Y se confunde al elector, pues, de una u otra manera, el candidato moderado se vuelve extremista o viceversa.

Es más dramático aún constatar que se cambia la ética por la estética. No importa si el candidato es un malandrín, corrupto o incompetente. Una buena imagen habla más que mil palabras. Y así se va dando una progresiva despolitización de la política, lo cual es uno de los objetivos del neoliberalismo. Se saca la política del ámbito público como herramienta de promoción del bien común, para reducirla al ámbito privado, a la selección de candidatos basada, no en propuestas y programas, sino en simpatías y empatías.

La razón es sencilla: en el sistema capitalista la política es teóricamente pública y la economía privada. Se universaliza el voto y se privatiza la riqueza. Si en Brasil hay más de cien millones de electores, en sólo 19 millones se concentra el 75.4% de la riqueza nacional (Ipea, mayo 2008).

En una verdadera democracia la universalización del voto debiera coincidir con la socialización de las riquezas, en el sentido de asegurar a todos una renta mínima y los tres derechos básicos, por orden: alimentación, salud y educación. Como eso no aparece en la agenda del sistema, se intenta invertir el proceso: se inocula en la población el horror a la política, de modo que ésta quede relegada al dominio privado de unos pocos. Quien tiene desdén por la política es gobernado por quien no lo tiene. Y los malos políticos hacen lo imposible para utilizar el poder público en beneficio de sus intereses privados.

Véase, por ejemplo, el movimiento en pro del voto facultativo. Lo que muchos hacen ver como positivo y concordante con la libertad individual es una manera de excluir a una parcela considerable de población de las decisiones políticas. De ese modo aumenta el grado de alienación de los potenciales electores. Cuando preguntan mi opinión digo con franqueza: estoy a favor, siempre y cuando sea facultativa también la actual obligación de pagar impuestos. ¿Por qué voy a estar obligado a sustentar económicamente al Estado y desentendido de influir en su configuración y en su rumbo?

El desinterés por la política es uno de los síntomas nefastos de la ideología neoliberal, que trata de desunir a los ciudadanos para individualizarlos como consumidores. Se cambia el principio cartesiano "pienso luego existo" por el principio mercantilista "consumo luego existo". Y en este sentido es como la propaganda electoral se reviste también de mercancía. No se ofrecen ideas, programas de gobierno, estrategias a largo plazo, sino promesas, estadísticas, imágenes de impacto.

Si hay aspectos positivos en las restricciones oficiales a las campañas electorales, porque dejan la ciudad limpia y evitan que los comicios atraigan público, no en función del candidato sino de los artistas en el escenario, es obvio que favorecen a quien tiene más dinero. Y en tanto no llega la prometida reforma política, así como el financiamiento y el control público de las campañas, la segunda caja prosigue haciendo la alegría de quien pasa por ético pero al mismo tiempo recauda recursos turbios y criminales.

Es hora de abrir el debate sobre las elecciones 2008 en todos los espacios institucionales y populares: escuelas, empresas, denominaciones religiosas, clubes, asociaciones, sindicatos y movimientos sociales. No se trata de favorecer a éste o a aquel candidato, sino de fomentar el distanciamiento crítico frente al mercadeo electoral y resaltar los criterios de discernimiento político.

Si la sociedad no se empeña en la educación política de sus ciudadanos dentro de poco tendremos parlamentos y ejecutivos ocupados solamente por corruptos, milicianos, negociadores y fundamentalistas. Y el Brasil se verá reducido a una inmensa Chicago de los años 30, con los Al Capone jugando sus cartas en contra de las leyes, por un lado, y a los Bin Laden en versión guaraní por el otro, convencidos de que, en nombre de su religión, fueron escogidos por Dios para gobernar erradicando el pecado, o sea combatiendo a sangre y fuego a todos cuantos no rezan por su catecismo.

[Autor de "Cartas desde la prisión", entre otros libros.
Traducción de J.L.Burguet]

miércoles, 10 de septiembre de 2008

A 20 años del triunfo del No


Por: José Bustos.


No hay ánimo nostálgico al tratar de hacer un balance de los acontecimientos políticos acaecidos luego del triunfo de la "opción No" en el plebiscito que el mismo Pinochet determinará y que se desarrolló dentro del marco de la espuria Constitución Política de 1980.


Ante el fracaso de la oposición por conseguir la renuncia de Pinochet en el llamado "Año decisivo" (1986) y el intento fallido del Frente Patriótico Manuel Rodríguez por ajusticiar al dictador en el camino al Cajón del Maipo ( 7 de septiembre de 1986); Pinochet fue imponiendo el ritmo de los acontecimientos y finalmente la Concertación de Partidos por la Democracia tuvo que asumir que el dictador sólo abandonaría La Moneda en los términos que él mismo determinara. Así la opción por reconquistar la democracia por la vía de la rebelión popular fue relegada y se dio paso a una negociación entre cúpulas partidistas de la Concertación con la derecha pinochetista.


El despliegue comunicacional de la campaña por el "No" provocó una catarsis colectiva; aquellos quienes habían estado tantos años marginados de los medios de comunicación de masas volvieron aparecer en la franja política televisiva y aquello gatilló una suerte de explosión colectiva que impidió una reflexión serena sobre lo que venía y las ambiciones de quienes se preparaban para gobernar "el nuevo Chile ".


De esta manera la derrota infringida a la dictadura el 5 de octubre de 1988 con el paso de los años ha ido revelando una cara menos triunfalista, rayana incluso en la decepción. La administración continuista de los consecutivos gobiernos de la Concertación en estos 20 años post-dictadura en los planos político y económico revelan la enorme deuda que los "políticos profesionales" han adquirido en estos años con el pueblo y sus legitimas aspiraciones de justicia e igualdad.


La parafernalia publicitaria que evocaba la "alegría adveniente" ha ido destiñendo sus colores y hoy de manera cada vez más patente queda de manifiesto la ridícula mascarada de la cual han sido víctimas los mismos pobres y marginados de siempre.


Hoy los millones de chilenos que depositaron sus esperanzas en las propuestas "democrático-burguesas" de la Concertación han visto con desazón como han transcurrido los años y nada de aquello que les fue prometido se ha materializado. El contubernio entre la política oficialista y la oposición derechista en conjunto con las empresas transnacionales es evidente y cualquier expectativa que los sectores populares puedan hacerse con relación a la satisfacción de sus derechos más fundamentales no pasaría de ser una mera ilusión.


El desengaño es evidente, sin embargo también es necesario destacar la cada vez más creciente conciencia de diversos actores sociales que decididamente han optado por ir generando alternativas políticas y de lucha social autogestionadas que han devuelto la dignidad a miles de chilenos y chilenas. La acción sostenida de socialización de las necesidades y aspiraciones del pueblo realizadas en su seno es garantía de continuidad de una lucha que no se detiene pese a la represión sistemática que los gobiernos de la Concertación han impulsado.


La necesidad de resistir luchando al interior de los sectores populares abre nuevas posibilidades de retomar el camino por el cual muchos compañeros y compañeras entregaron su vida. Es en memoria de ellos y de su compromiso que deben ser renovadas permanentemente las energías de todos cuantos decidan sumarse a la construcción un Chile diferente.