Ser cristiano no es como alguien pudiera pensar una cosa fácil. Sobre todo cuando se tiene como aspiración encarnar los valores que implica llevar el nombre de discípulo de Jesús de Nazaret. Seguir a ese hombre reconocido y celebrado desde los primeros siglos como Hijo de Dios, es entrar en una dinámica de encuentro personal con las personas con las que compartimos en nuestro camino, especialmente con los menos favorecidos. A esas personas Jesús las llamó el "prójimo".
Jesús llevó a cabo una vida de predicador itinerante y con sus palabras produjo admiración y escándalo entre sus interlocutores; llamando bienaventurados a los pobres y malditos a los ricos y a los fariseos, sanando enfermos y resucitando difuntos. Todos estos aspectos nos hablan de un Jesús que no tenía miedo de decir lo pensaba con tal de ser fiel a la misión que él consideraba le había sido encomendada; anunciar la llegada del "Reino de Dios".
Estos aspectos, resumidos toscamente, nos hablan de un Jesús que no hace divisiones entre la vida "terrena" y la "espiritual". Para él la vida en el "más allá" se juega también en el "más acá", de ahí que no sea raro encontrarse con un Jesús que denuncié situaciones de injusticia, que actúe con misericordia con los considerados paganos, que se relacione con prostitutas, soldados romanos, recaudadores de impuesto, leprosos, etc. Nunca fue un "superhombre" situado "más allá del bien y el mal", más bien sus palabras contenían un mensaje que pregonaba la justicia, la verdad y la misericordia, pero hundiendo sus pies en las miserias humanas para que estas fueran redimidas por la asistencia divina.
Según mi percepción, ser testigo de Jesús en el transcurso de la historia se ha realizado de diversas formas. Estimo que existen al menos cuatro maneras de vivir el cristianismo en la actualidad:
La primera es el cristiano mediático, que se sensibiliza con cuanta tragedia ve por televisión o por los diarios y que adhiere "en medida de lo posible" a cuanta campaña es lanzada por los medios de comunicación, derrama lágrimas y colabora solidariamente, pero en su vida jamás se atrevería a reunirse "en vivo y en directo" con un "pobre". Eso sí, participa muy oportunamente en sus correspondientes ritos (ya sea en la versión católica, evangélica u otra).
Otro tipo, es el cristiano que en la actualidad goza de mayor popularidad, es aquel que es capaz de salir de su casa y junto a otros asociarse a la institución más "eficiente" del minuto para colaborar haciendo "mediaguas", como voluntario para recolectar recursos, en hogares de ancianos y de niños abandonados, etc. Es un cristiano que podríamos denominar "asistencial" pero muy práctico (también cumple con sus ritos cuando se acuerda en medio de tanta actividad).
Otro, es el cristiano tal vez más cuestionado, porque se le considera "conflictivo", es el que en su momento se dejó interpelar por alguna ideología "foránea" y que anda buscando en las estructuras económicas y sociales las causas de la pobreza. No cree en las soluciones "de parche", ni en las propuestas que vengan de los organismos de poder como el Estado. De esos cristianos está lleno el "martirologio latinoamericano" (algunos cumplen con sus ritos o derechamente algunos son iconoclastas o de otra especie).
La cuarta manera de ser cristiano es la que denomino la de "hacerse el huevón". La escribo con "h" para conservar la elegancia. Es el cristiano que ha cumplido durante toda la vida con sus ritos de Iglesia, que moralmente -principalmente en la moral sexual- "en la medida de lo posible" intenta ser un buen cristiano. Pero le ocurre que al momento que en su fuero interno comienza a condolerse con la miseria ajena, empieza a operar el mecanismo de defensa interno que es el "hacerse el huevón"; en ese momento desvía la mirada, cambia de inmediato de canal de televisión o comienza a leer el diario desde la página final y así saltarse todo lo que tiene que ver con las tragedias nacionales y mundiales y relajarse conociendo las ultimas noticias de la farándula criolla. A este cristiano la fe le sirve para controlar el estrés de la pega, como amuleto de la suerte o para que le vaya bien en algún negocio, etc.
De los cuatro perfiles que he relatado, sobre el cristiano "sui generis", el más nefasto e incompatible es el último tipo ¿por qué?
Al inicio de este artículo me he referido a las características de la acción de Jesús en su paso por el mundo. Jesús no fue condenado a muerte por puro capricho de las autoridades políticas y religiosas de su tiempo. Murió precisamente porque resultaba un personaje molesto para los poderosos de su época. Fue condenado a muerte como consecuencia de una práctica coherente.
Es a ejemplo del mismo Jesús que los cristianos que pretendan seguir sus pasos deben asumir los mismos desafíos que el Maestro experimentó. En ese camino, pretender "hacerse el huevón" queda totalmente descartado.
Conocemos de cerca cristianos que supieron responder con altura a los desafíos de su tiempo: ¿Qué habría pasado con los miles de chilenos perseguidos durante la dictadura si el Cardenal Raúl Silva Henríquez se hubiese "hecho el huevón" y no funda la Vicaría de la Solidaridad? O ¿Si Don Clotario Blest en su lucha por la dignidad de los trabajadores no hubiese en su momento fundado la Central Unica de Trabajadores? O ¿Si San Alberto Hurtado hubiese cerrado los ojos ante la realidad de tantos niños, jóvenes y ancianos que vivían y morían en las calles?
Estos son algunos ejemplos de cristianos comprometidos con los desafíos sociales. Son desafíos del mundo y son también desafíos para Dios. Por eso que "hacerse el huevón" resulta tan incompatible con ser cristiano. ¿Qué tipo de cristiano eres tu?