miércoles, 26 de diciembre de 2007

La Moda de Dios

Leonardo Boff
teólogo brasileño



Hoy el tema de Dios está en alza. Algunos en nombre de la ciencia pretenden negar su existencia como el biólogo Richard Dawkins con su libro El Espejismo de Dios (Espasa Calpe 2007). Otros como el Director del Proyecto Genoma, Francis Collins con el sugestivo título El lenguaje de Dios (São Paulo 2007) presentan las buenas razones de la fe en su existencia. Y hay otros en el mercado, como los de C.Hitchens y S.Harris.

A mi modo de ver, todos estos cuestionamientos trabajan con un equívoco epistemológico de base que es el de querer plantar a Dios y a la religión en el ámbito de la razón.

El lugar natural de la religión no está en la razón, sino en la emoción profunda, en el sentimiento oceánico, en esa esfera donde emergen los valores y las utopías. Bien decía Blaise Pascal al comienzo de la modernidad: «es el corazón el que siente a Dios, no la razón» (Pensées frag. 277). Creer en Dios no es pensar a Dios sino sentir a Dios a partir de la totalidad del ser.

Rubem Alves en su Enigma de la Religión (1975) dice acertadamente: «La intención de la religión no es explicar el mundo. Ella nace, justamente, de la protesta contra este mundo descrito y explicado por la ciencia. La religión, por el contrario, es la voz de una conciencia que no puede encontrar descanso en el mundo tal cual es, y que tiene como proyecto transcenderlo».

Lo que transciende este mundo en dirección a otro mayor y mejor es la utopía, la fantasía y el deseo. Estas realidades que fueron dejadas de lado por el saber científico volvieron a ganar crédito y fueron rescatadas por el pensamiento más radical inclusive de cuño marxista como en Ernst Bloch y Lucien Goldman. Lo que subyace a este proceso es la conciencia de que pertenece también a lo real lo potencial, lo virtual, aquello que todavía no es pero que puede ser. Por eso, la utopía no se opone a la realidad. Es expresión de su dimensión potencial latente.

La religión y la fe en Dios viven de ese ideal y de esta utopía. Por eso, donde hay religión hay siempre esperanza, proyección de futuro, promesa de salvación y de vida eterna. Ellas son inalcanzables por la simple razon cientifico- técnica, que es una razón exigua, porque se reduce a los datos, siempre limitados. Cuando se restringe apenas a esa modalidad, se transforma en una razón miope como se nota en Dawkins. Si lo real incluye lo potencial, entonces, con más razón al ser humano, lleno de ilimitadas potencialidades. Él, en realidad, es un ser utópico. Nunca está acabado, siempre está en génesis, construyendo su existencia a partir de sus ideales, utopías y sueños. En nombre de ellos ha mostrado lo mejor de sí mismo.

En este trasfondo es donde podemos volver a situar el problema de Dios de forma sensata. La palabra-clave es apertura. El ser humano muestra tres aperturas fundamentales: al mundo, transformándolo; al otro, comunicándose; al Todo, captando su carácter infinito, es decir, sin límites.

Su condition humaine le hace sentirse portador de un deseo infinito y de utopías últimas. Su drama reside en el hecho de que no encuentra en el mundo real ningún objeto que le sea adecuado. Quiere el infinito y sólo encuentra finitos. Surge entonces una angustia que ningún psicoanalista puede curar. De aquí emerge el tema de Dios. Dios es el nombre —entre tantos otros—, que damos al oscuro objeto de nuestro deseo, aquel siempre mayor que está más allá de cualquier horizonte.

Este camino puede —quién sabe...— llevarnos a la experiencia del cor inquietum de San Agustín: «mi corazón inquieto no descansará hasta reposar en ti».La razón que acoge a Dios se hace inteligencia que intuye más allá de los datos y se transforma en sabiduría que impregna la vida de sentido y de sabor.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Decadencia

Hace un par de años una señora me contó una vivencia similar a la que relato enseguida. Me impactó mucho y decidí escribirla dándole un carácter más personal. .Lógicamente los personajes son ficticios, menos la figura del tristemente celebre "guatón" Romo. El desprecio de una sociedad por este personaje queda de manifiesto en este pequeño relato y en la sobrecogedora soledad en que fueron realizados sus funerales hace apenas algunas semanas.


José Bustos Barra



-Sabe, abuelita, con suerte la atienden hoy- le habló el camillero de la posta pública a mi abuela, después de estar esperando por casi dos horas. -Está bien -dijo mi abuela y agregó- Parece que ya se me pasó el ataque de asma-. - Pero… cómo, abuelita, ¡nos tienen que atender!- le respondí tratando de convencerme. -No, menos hoy, estamos esperando otro paciente- me insistió el camillero. -¡No pienso moverme de este asiento!- le respondí, ahora más enérgicamente. -Bueno, si quiere esperar, es asunto suyo. -El camillero tomó una silla de ruedas que estaba en el pasillo y se perdió en medio de enfermeras, tanques de oxígeno y otras camillas que se encontraban vacías. -Abuelita, parece que vamos a tener que seguir esperando. Ella me miró, entre aburrida y dormitando.-Esperemos un ratito más- me dijo y siguió sentada.

-Las postas públicas son todas iguales, lo atienden a uno cuando se les da la gana, no existe la menor deferencia ni con una anciana- continuaba pensando, mientras en la televisión de la sala de espera pasaban las noticias de la tarde y las personas que ahí se encontraban, se iban hipnotizando y olvidando de sus dolencias.

Transcurrieron algunos minutos más de tediosa espera, cuando en la entrada principal de la posta, se detuvo primero, una patrulla de Carabineros y luego, tras la patrulla, una ambulancia. Se bajaron primero los pacos, eran unos cinco, y se pusieron en una actitud expectante a la entrada del edificio, mientras pedían que las personas que se encontraban cerca de la misteriosa ambulancia se alejaran. Luego, de la ambulancia se bajaron dos tipos de blanco, camilleros o enfermeros seguro, que ayudaban a un viejito a salir del interior. -Para eso tanto escándalo- pensé en voz alta. -¡Llegó el esperado paciente!- exclamó el camillero con el que habíamos estado conversando casi una hora antes y corrió para ayudar.

El paciente era un viejo de cabello corto y cano, usaba unos lentes que lo hacían ver aún más anciano y su ropa era sencilla, un poco anticuada, pero lo que llamaba más atención era que tenía una de sus piernas vendadas. Entre todos los camilleros lo hicieron caminar a paso lento mientras el veterano hacía muecas de dolor. Una de las enfermeras, mirándolo con desprecio salió al encuentro del anciano y lo condujo a una de las salas para que fuera atendido. -Parece que este se muere luego- dijo otra enfermera que se encontraba a mi lado.

-Está jodi´o el "guatón"- dijo otro de los camilleros. -Ojalá se muera luego- sentenció una señora que pasaba una escoba por el piso. -Está muy mal de la pierna, la diabetes es así- agregó otra enfermera.Yo, observaba silencioso y escuchaba el revuelo que aquel miserable anciano había producido. -¿Cómo que el "guatón"?- interrogué al camillero. -Sí… ¿no ve que era el "guatón" Romo? Parece que tiene la pierna mala. Me volví a quedar en silencio, sin entender nada, mientras los camilleros, la enfermera y la señora del aseo continuaban hablando, al tiempo que miraban con más desprecio la puerta de la sala donde supuestamente estaba el "guatón". En eso me acordé…-¡¡¡Claro, el "guatón" Romo, el torturador, el agente de Pinochet!!!- Sí poh, ¿quién pensaba que era, el "viejito pascuero"? -me respondió la señora del aseo.


Nuevamente me volví a quedar en silencio, pensando. En eso me acordé de mi abuela. Ella seguía dormitando. La moví un poco y despertó.-¿Qué pasó?- reaccionó la viejita.-Nada- le respondí- Es sólo el "guatón" Romo- le expliqué-. Ese señor ahora no se ve tan fiero y parece que se muere luego-le comenté. Ella me miró sin entender mucho y me dijo -Mejor nos vamos, ya se me acabó el ataque de asma y tal vez ese caballero "gordo" Romo necesite una atención más urgente que yo.Tomé a mi abuela del brazo, la ayudé a incorporarse y miré por última vez la puerta de la sala donde se suponía estaría el "guatón" Romo. -Ya no se ve tan fiero como antes- pensé nuevamente, mientras salía por la puerta custodiada por carabineros.

martes, 11 de diciembre de 2007

lunes, 3 de diciembre de 2007

El Che en el Cerro Santa Lucía


José Bustos Barra


Hace algún tiempo llegó a mis manos una edición en inglés de las "Notas de un viaje por América Latina" ("The Motorcycle diaries: Notes on a Latin American journey") de Ernesto Guevara (1928 - 1967). Es un volumen con una flamante tapa en la que aparece el actor mexicano Gael García Bernal que encarnara en el cine al mítico guerrillero.

Lo interesante -al menos para mí- son las fotografías que aparecen en la parte central del texto obtenidas en el Centro de Estudios Che Guevara (Habana). Son varias fotos y algunas de ellas dan cuenta de la travesía realizada por Ernesto Guevara y su amigo Alberto Granado por diferentes países de América Latina.

En una de las fotografías aparece Alberto Granado (en el centro) y -según dice el texto al pie de la fotografía- acompañado por dos amigos de Córdoba (del equipo de water polo "Suquía"). Lo interesante es el entorno en que esta fotografía fue captada; el mismísimo y capitalino Cerro Santa Lucía. El lugar exacto es el mirador más alto del cerro y puede verse en la foto y de fondo parte del edificio de la casa central de Universidad Católica y edificios contiguos. Eso no es todo, en la misma nota al pie de la fotografía dice -en inglés por supuesto- que esta fotografía la habría tomado en mismo Ernesto Guevara! "Ergo" Ernesto "Che" Guevara estuvo en el Santa Lucía!!

Se sabe que Guevara permaneció en Santiago los primeros días de marzo de 1952 lo que no constituye mayor sorpresa, lo interesante es que esta foto da cuenta -más o menos- de un lugar exacto en el que el mentado Comandante puso sus "patitas".

Imagínense "compañeros" la cantidad de plata que podríamos conseguir promoviendo este lugar en una especie "Tour revolucionario chilensis". Ya me estoy imaginando instalado con algún kiosco vendiendo "recuerditos". Tal vez sería interesante crear un lugar de peregrinación para los iniciados en las lides revolucionarias, para que pisen el mismo suelo en que pisó el Che, y tengan la vista panorámica que el guerrillero vio de nuestra ciudad. Algo de su paso por el cerro nos cuenta en sus "notas": "…al día siguiente subimos el Santa Lucía, una formación rocosa en el centro de la ciudad con una historia particular, y tranquilamente nos fuimos fotografiando la ciudad con los miembros de Suquía recién llegados…"

Espero no ser acusado de querer comercializar la figura del Che e intentar neutralizar su espíritu libertario por la vía del lucro y el poder del capital. No es esa mi intención, es posible que me haya dejado llevar por mi ímpetu de "fans" y si a eso le sumamos ni interés por incrementar en algo mis exiguas arcas…bueno, "la necesidad tiene cara de hereje". Pero díganme no es acaso una buena idea?

Mientras tanto y esperando que alguien se interese en asociarse conmigo en esta empresa, estoy aquí en este mirador de piedra tratando de ubicar el lugar exacto en que Ernesto "Che" Guevara puso sus pies e intentando observar las mismas cosas que él observó de Santiago. ¿No será mucho?