miércoles, 3 de marzo de 2010

El Terremoto y los saqueadores de almas


José Bustos B.


Resulta redundante hablar de la catástrofe que ha conmocionado nuestro territorio. Las imágenes, testimonios, fotografías son elocuentes y sólo admiten expresiones de asombro y espanto. Es la condición y ubicación geográfica de este Chile que cuelga del continente y del planeta y que intenta ser una nación o un pueblo a pesar de nosotros sus habitantes y de sus supuestos defensores.

El Chile de una geografía loca, que se empina desértica y finaliza deshilachándose en un puñado de islas, vino a mostrarnos la precariedad de nuestros esfuerzos y la magnificencia de una naturaleza que en sus acomodos evolutivos se sacude de sus habitantes como si fuera un perro plagado de pulgas. La natura hace su parte y nosotros, en el transcurso de la catástrofe, procuramos evitar ser aplastados por alguna construcción vieja o una nueva pero construida con poco esmero y conciencia ética.

Luego del remezón y posterior tsunami la desolación es evidente. Se han hecho esfuerzos por restablecer las comunicaciones, acudir en ayuda de los más afectados, recuperar los cuerpos de los compatriotas que yacen en los bordes marinos, en los ríos o bajo los escombros de un edificio. Los medios de comunicación informan, prestando una gran ayuda social, pero al mismo tiempo compiten por el “rating” con las imágenes más crudas y los testimonios desgarradores de las víctimas.

La cara más oscura y fantasmagórica es aportada por las turbas de saqueadores –reales e imaginarios- que han decidido cobrar la oportunidad que les ha regalado de naturaleza para salir a sembrar el pánico entre la población desvalida. No hablo solamente de los saqueadores que están compuestos por seres humanos marginales que han debido morder históricamente sus miserias en la periferia de nuestras ciudades. Hablo tambien de aquellos saqueadores de cuello y corbata que empecinados en recolectar algunos pesos de más han optado por vender la ilusión de la casa propia o el tan anhelado departamento a un precio que a la postre a sido cobrado con vidas humanas inocentes. Ellos son mercaderes de sus propias almas!!!

Los especuladores de la bolsa aun no han dicho su ultima palabra pero se menifestarán. Es triste constatar que en sectores populares los pequeños comerciantes han querido sacar su tajada del desastre llegando a cobrar hasta $ 2000 por un kilo de pan.


Los caprichos de la naturaleza y las fragilidades de nuestra propia naturaleza (ontológica) han situado a los más desprotegidos y honestos entre la espada y la pared, obligándolos a sacar las garras para ponerse a la altura de las circunstancias. En algunos casos las catástrofes se empecinan en sacar lo más oscuro de los seres humanos.

Sin embargo, pese a las adversas condiciones alentadas por el nuevo “status” del que alardeamos como nación a las puertas del tan anhelado desarrollo económico, en lo personal no pierdo las esperanzas de que podamos construir entre todos (o con los que quieran) una patria verdaderamente buena. Un anhelado espacio en el que pese a las dificultades podamos mirarnos a la cara sin intentar sacarnos mutuamente provecho, un espacio en el que podamos manifestarnos gratuitamente nuestros afectos y en el que podamos compartir equitativamente del fruto de nuestros esfuerzos.
Las dramáticas instancias a las que nos hemos visto enfrentados en estos días pueden inundarnos de decepción por el egoísmo y la ambición (que espero sea de unos pocos) de quienes a corto y largo plazo han prentendido sacar provecho de los anhelos humanos y de la desgracia ajena ( que a estas alturas es de todos).

Creo sin embargo que como primera medida (aun estamos y estaremos a tiempo de hacerlo) para quienes todavía tengan confianza en la calidad humana de este pueblo, al mismo tiempo que debemos preocuparnos de combatir y denunciar a quienes quieran sacar provecho de esta situación tan difícil, debemos evitar caer en el juego de aquellos que poco a poco se han empecinado en “saquearnos el alma” hasta dejarnos transformados en autómatas insensibles y hedonistas. El Chile que definitivamente no me gusta.



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